martes, 28 de junio de 2011

Transición, gobiernos democráticos y autonomías en España.

Los Gobiernos democráticos y la integración en Europa
La segunda legislatura de UCD y el fin del gobierno de Suárez (1979-1981)
Tras aprobarse la Constitución, las Cortes fueron disueltas y en las nuevas elecciones celebradas el 1 de marzo de 1979 volvió a triunfar la UCD de Suárez. No ocurrió así en las elecciones municipales, las primeras democráticas desde la II República, celebradas poco después. La izquierda conquistó los principales ayuntamientos mediante la alianza del PSOE y el PCE.
Pese a esta alianza, Felipe González forzó un giro político e ideológico en el PSOE tras la celebración de su XXVIII Congreso. El PSOE abandonó el marxismo como ideología oficial y se configuró como un partido de izquierda moderada que podía aspirar al poder en unas próximas elecciones.
El año 1979 se inició un proceso de deterioro político que culminará con el golpe de estado frustrado en 1981. Diversos factores explican esta crisis política:
  • La brutal campaña terrorista de ETA que causó 77 muertos en 1979 y 95 en 1980. Esos fueron los dos años más letales de la banda.
  • El consiguiente desasosiego en los círculos militares de extrema derecha que iniciaron contactos para la preparación de un golpe.
  • El fin del consenso con el inicio por parte del PSOE de una dura campaña de oposición.
  • La aprobación de los Estatutos de Autonomía del País Vasco y Cataluña a fines de 1979 y las consiguientes elecciones autonómicas que dieron mayoría a las fuerzas nacionalistas. Convergència y Unió de Jordi Pujol y el PNV.
  • La crisis interna de UCD. Las disensiones y críticas internas en un partido que había nacido de forma artificial fueron minando poco a poco la posición de Suárez, a menudo enfrentado con miembros de su propio partido.
Todos estos factores precipitaron la dimisión de Suárez el 29 de enero de 1981. Calvo Sotelo, dirigente de UCD, fue designado candidato a la presidencia. Tras no obtener mayoría suficiente en una primera votación, se fijó para el día 23 de febrero la segunda votación para su investidura.
El golpe de estado del 23-F
Mientras se celebraba la votación de investidura un grupo de guardias civiles dirigidos por el teniente coronel Tejero entraron en las Cortes secuestrando al poder legislativo y ejecutivo.  El capitán general de Valencia, Jaime Milans del Bosch, decretaba el estado de guerra y publicaba un bando que recordaba los del verano de 1936. El segundo jefe del Estado Mayor del Ejército, Alfonso Armada, era otro de los principales golpistas.
El golpe no contó, sin embargo, con el apoyo unitario del ejército. La labor de algunos militares como el capitán general de Madrid, Quintana Lacaci, posteriormente asesinado por ETA, fue clave para abortar el golpe. El momento decisivo llegó en la madrugada cuando el rey se dirigió a los ciudadanos, explicando las órdenes que había transmitido a los altos cargos militares de sumisión al orden constitucional.
El último gobierno de UCD: Calvo Sotelo (1981-1982)
Calvo Sotelo gobernó sólo un año y medio en un período marcado por la descomposición de su propio partido, la aprobación de la Ley del Divorcio con una fenomenal oposición de la Iglesia y el escándalo del envenenamiento masivo por aceite de colza desnaturalizado.
En mayo de 1982, con la oposición de los partidos de izquierda, España ingresó en la Organización del Atlántico Norte (OTAN). El PSOE prometió un referéndum popular sobre esta adhesión si ganaba las elecciones.
En octubre de 1982, Calvo Sotelo convocó elecciones. El PSOE consiguió un triunfo arrollador con más de 10 millones de votos y mayoría absoluta en el Congreso de los Diputados. El proyecto de "cambio" de Felipe González había arrollado a una UCD que casi desapareció en las elecciones y fue sustituida por la Alianza Popular de Manuel Fraga como el principal partido de la derecha.
Los gobiernos socialistas de Felipe González (1982-1996)
En la primera legislatura socialista (1982-1986), el gobierno de González tuvo que hacer frente a una difícil situación económica. El gabinete socialista aprobó un estricto plan de estabilización económica que implicó un proceso de reconversión industrial que llevó al cierre de muchas industrias obsoletas. Estas medidas provocaron el desconcierto entre las centrales sindicales, pero permitieron sanear la economía y prepararla para la recuperación.
El gobierno socialista tuvo que hacer frente a una dura campaña terrorista de ETA, con más de cien muertos durante la legislatura, y a la vez reformar el Ejército para acabar con el peligro del golpismo. Esta reforma fue uno de los grandes éxitos del gabinete.
Otras medidas fueron la aprobación de la reforma universitaria, la LODE, que establecía la enseñanza gratuita y obligatoria hasta los dieciséis años, y una despenalización parcial del aborto.
España finalmente consiguió acceder a la Comunidad Económica Europea el 1 de enero de 1986. El viejo anhelo de integración en Europa se convirtió en realidad.

Como contrapartida, Felipe González cambió radicalmente su discurso sobre la OTAN. La negativa al ingreso en la alianza militar occidental se tornó en apoyo. González mantuvo su promesa de convocar un referéndum y pidió el voto afirmativo a la permanencia en la OTAN. El triunfo de la postura defendida por González posiblemente marcó su cenit como líder político.
En estos años acabó por diseñarse el mapa autonómico español con la aprobación de los diversos estatutos de autonomía.
En 1986, el PSOE volvió a ganar las elecciones por mayoría absoluta propiciando la crisis entre sus contrincantes. Fraga repitió resultados lo que propició una larga crisis en su partido y el PCE se coaligó con diversas fuerzas menores configurando Izquierda Unida.
La segunda legislatura socialista (1986-1989) estuvo marcada por un fuerte desarrollo económico que duraría hasta 1992. Este crecimiento se concretó una ambiciosa política de inversiones públicas en infraestructuras favorecida por la transferencia de fondos procedentes de la CEE. Los servicios educativos, sanitarios y de pensiones crecieron de forma notable, siendo sufragados por un sistema fiscal relativamente progresivo. Por primera vez se podía hablar de un Estado del Bienestar en España.
El crecimiento económico y las medidas liberalizadoras del gobierno trajeron un aumento de las diferencias de riqueza entre los diversos grupos sociales. Los sindicatos CC.OO. y UGT organizaron una huelga general el 14 de diciembre de 1988. El país se paralizó y Felipe González tuvo que negociar la retirada parcial de su programa liberalizador.
En 1989, el PSOE volvió a ganar por mayoría absoluta que una fuerte reducción de votos. En esta tercera legislatura del PSOE (1989-1993), España celebró en 1992 dos acontecimientos internacionales, los Juegos Olímpicos de Barcelona y la Expo de Sevilla que mostraron una imagen de país moderno muy diferente a la España de la dictadura de Franco.
Sin embargo, la recesión mundial iniciada  principios de los noventa golpeó duramente a nuestro país. La crisis económica, agravada por la incorrecta política económica del gobierno, disparó la inflación y el paro llegó a la dramática cifra de tres millones de desempleados.
La crisis económica fue la antesala del estallido de escándalos de corrupción (hermano de Alfonso Guerra y FILESA) que afectaron al gobierno socialista. A ellos se vino a unir el escándalo de los GAL, grupo armado formado por policías y mercenarios que con la complicidad de cargos del gobierno llevó a cabo la "guerra sucia" contra ETA.
En las elecciones de 1993, el PSOE volvió a vencer aunque esta vez sin mayoría absoluta por lo que necesita el apoyo parlamentario de Convergència i Unió de Pujol. Las fuerzas de derecha se habían reorganizado en el Partido Popular que era dirigido desde 1989 por Jose María Aznar. Se iniciaba así la cuarta legislatura con Felipe González en el gobierno del país (1993-1996).
Las dificultades económicas, los escándalos y la dura campaña de la oposición llevaron a que, tras negarle Pujol el apoyo para aprobar los presupuestos, Felipe González convocara elecciones en 1996.
El gobierno del PP (1996-2000)
Jose María Aznar no consiguió la mayoría absoluta y se vio obligado a pactar con las minorías nacionalistas para acceder a la presidencia del gobierno. El giro hacia la derecha se vio corroborado con las victorias del PP en las elecciones autonómicas y municipales. El ciclo socialista bajo el liderazgo de Felipe González había tocado su fin.
Aznar centró sus esfuerzos en implementar una política económica ortodoxa que redujera el déficit público y reactivara la actividad económica privada. El gran objetivo era cumplir los denominados criterios de convergencia (inflación, deuda, déficit...) establecidos en el Tratado de Maastricht de 1991 y que una vez alcanzados permitirían a España unirse a la nueva divisa europea, el Euro.
La política económica fue un éxito. La actividad económica se reactivó, el paro descendió de manera notable y el saneamiento de la economía llevaría a que España participara en el nacimiento del Euro en 1999.
El terrorismo de ETA llegó a su expresión más sangrienta en verano de 1997 con el asesinato del concejal del PP en el ayuntamiento vasco de Ermua, Miguel Ángel Blanco. La crueldad de la banda terrorista y la labor de los colectivos que llevaban años enfrentándose a la violencia en el País Vasco desencadenó una importante reacción popular que vino a denominarse el "espíritu de Ermua".
El gobierno de Aznar, con el apoyo de la oposición socialista, se lanzó decididamente a una política de dureza con ETA y con el entorno nacionalista. La reacción en el campo albertzale fue el Pacto de Lizarra-Estella de 1998, un acuerdo de todas las fuerzas nacionalistas, desde el PNV a ETA, para avanzar hacia la independencia. Unos días después ETA declaró una tregua indefinida y sin condiciones.
Los contactos entre el gobierno de Aznar y el grupo terrorista no dieron ningún resultado y un año después ETA volvió a la actividad armada. El presidente Aznar, que había sido víctima de un atentado frustrado en 1995, reforzó su política de enfrentamiento con el nacionalismo vasco en todas sus tendencias.
Las elecciones convocadas en el año 2000 marcaron el momento de apogeo del PP y Aznar. El nuevo siglo se inició con una mayoría absoluta del PP en las Cortes.

domingo, 26 de junio de 2011

De 1975 al 2000

 Desde la muerte de Franco hasta el año 2000.


                                                                       Diario El Mundo


    El franquismo pasó, cayó el régimen político, pero algunos de sus principales protagonistas no dejaron la primera fila de la actualidad. Ministros, diplomáticos, prebostes y opositores a la dictadura han conseguido, en su mayoría, mantenerse a flote y protagonizar, en muchos casos, algunos de los episodios más significativos de la transición, los años del socialismo e incluso del 'giro al centro' del Partido Popular de José María Aznar. Otros fallecieron. He aquí qué pasó con...

MANUEL FRAGA IRIBARNE
El carismático ministro de Información y Turismo que se bañó en Palomares, el ministro de la Gobernación bajo el mandato de Franco, el vicepresidente del primer Gobierno de la Monarquía es en la actualidad el presidente autonómico más veterano. Tras varios años como jefe de la oposición, encontró su sitio político en su Galicia natal, donde sopesa volver a repetir candidatura a la Presidencia de la Xunta.

CARLOS ARIAS NAVARRO
Acusado de 'blando' por los franquistas, el presidente del Gobierno pasó a la Historia como el hombre que comunicó a los españoles que Franco había muerto. Falleció el 27 de noviembre de 1989, retirado de la arena política y del primer plano de la actualidad.

ADOLFO SUAREZ
Ministro secretario general de Movimiento en 1975. Nombrado presidente del Gobierno por el Rey, revalidó su cargo al ganar las elecciones de 1978 con la Unión de Centro Democrático. Las luchas internas le obligaron a dimitir en 1981. Fundó posteriormente el Centro Democrático Social, con el que se presentó a las elecciones generales con escaso éxito, por lo que abandonó la actividad política.

LEOPOLDO CALVO SOTELO
Ministro de comercio en 1975. Presidente del Gobierno entre febrero de 1981 —tras el golpe de Estado— y octubre de 1982. Fue el sucesor de Adolfo Suárez como líder de una decadente UCD. El segundo presidente de la democracia vive en la actualidad retirado de la actividad política.


TORCUATO FERNANDEZ MIRANDA
Prestigioso jurista y profesor del Rey Juan Carlos, el 2 de diciembre de 1975 fue nombrado presidente de las Cortes y del Consejo del Reino. Durante meses, su nombre sonó para encabezar la transición democrática. Falleció en Londres el 19 de junio de 1980, a los 64 años de edad.


JOSE MARIA DE AREILZA
Ministro de Asuntos Exteriores en 1975. Fue uno de los promotores del Partido Popular, fundado en noviembre de 1976. En 1981, fue nombrado presidente de la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa. Compatibilizó su labor política con la intelectual, e incluso fue nombrado miembro de las Academias de las Ciencias Morales y de la Lengua. Falleció el 22 de febrero de 1998 a los 88 años.


BLAS PIÑAR
Fundador de Fuerza Nueva y consejero nacional del Movimiento, Blas Piñar fue durante años el último bastión de la extrema derecha en las elecciones. En 1993, decidió retirarse de la actividad política.


RODOLFO MARTIN-VILLA
Ministro de Relaciones Sindicales en 1975 y de Gobernación entre 1976 y 1979. Diputado de UCD entre 1979 y 1986. Ingresó en el PP en 1989. En 1997 fue nombrado presidente de Endesa, cuya privatización dirigió. El pasado año pasó a dirigir Enersis.


FELIPE GONZALEZ
Elegido secretario general del PSOE en 1974. En 1977 firmó los 'Pactos de La Moncloa'. Líder de la oposición entre 1978 y 1982, cuando accedió al poder con mayoría absoluta. Presidió cuatro gobiernos consecutivos y perdió las elecciones de 1996 ante el empuje del Partido Popular y acosado por los casos de corrupción de su entorno político. En la actualidad, es diputado socialista.


MARCELINO CAMACHO
Miembro fundador de CCOO en 1964, fue nombrado secretario general del sindicato en 1977. Condenado a 20 años de cárcel en el 'Proceso 1.001', fue indultado en diciembre de 1975. En 1977 fue elegido diputado el PCE, siendo reelegido en el 79. Protagonista, junto a Nicolás Redondo, de la primera huelga general de la democracia, en 1989. Abandonó la presidencia de CCOO en 1996.


FRANCO: EL ENTIERRO DEL LIBERALISMO por Federico Jiménez Losantos 

Sólo hay un español con el que se puede tener la seguridad de que, se escriba lo que se escriba, no gustará a la mayoría de los que lo lean: Francisco Franco Bahamonde. 
Es, sin duda, el militar y político de más importancia en todo nuestro siglo XX. Fue el general más joven de Europa, ascendido desde teniente siempre por méritos de guerra en las durísimas campañas de Africa, primero en las fuerzas de choque de Regulares y luego en la Legión, de la que fue auéntico organizador. 

De morir en 1936 sería recordado como el más importante de los militares africanistas. De morir en 1939, como el generalísimo del bando vencedor en la cruenta Guerra Civil de 1936 a 1939. Pero en realidad lo que polarizó y marcó su memoria en la de todos los españoles es que murió en 1975, en la cama y despés de 40 años como dictador. 

Nadie en los siglos XIX y XX tuvo el poder tanto tiempo. Nadie concitó de tal forma la adhesión y el odio de los españoles. 
Nació en El Ferrol un 4 de diciembre de 1892, en una familia modesta y problemática: un padre tarambana que acabó abandonando a la familia; una madre abnegada a la que idolatró; y tres hermanos: Ramón, aventurero y genialoide, héroe de la aviación por la hazaña del Plus Ultra; Nicolás, avispado y vividor; y Pilar, dicharachera y pintoresca. 
De corta estatura, voz aflautada, introvertido y poco brillante, no pudo ingresar en la Marina y estudió en la Academia de Toledo. En las aulas era de los últimos, pero llegó a Africa, empezó a mandar soldados en combate y se transformó: combatió en muchas ocasiones, demostrando un valor físico y una frialdad de ánimo excepcionales. 

 EL ULTIMO EN LEVANTARSE En cuanto a sus ideas políticas, pueden resumirse en una: la negación del liberalismo como alternativa al comunismo. Si el siglo XIX es el siglo liberal por excelencia, el siglo XX es el de su descrédito y defunción. Franco fue enterrador y guarda del cementerio, pero el antiliberalismo responde a toda una época de Europa y de las dos Españas. 

Tras su boda con la única mujer de su vida, Carmen Polo, apadrinado por Alfonso XIII, Franco recuperó o encontró un profundo sentimiento religioso (ni misas ni mujeres, era el lema que se le atribuía en Africa) que impregnó su anticomunismo, llevándole a una negación del régimen liberal que identificaba con la pluralidad de partidos, el parlamentarismo, el sindicalismo y el desorden público. 

Vivió y revivió el 98, contempló la crisis de la Restauración, la experiencia de la Dictadura de Primo de Rivera y el progresivo caos de la II República. Temido por la izquierda, adulado por la derecha, Franco dudó en entrar en política (se lo impidieron antipatías como la que le profesaba José Antonio Primo de Rivera) y tambén en sumarse al Alzamiento del 18 de Julio, preparado por Mola y cuyo jefe era Sanjurjo. 

Pero cuando lo hizo, el destino le dio la jefatura militar por la muerte de Sanjurjo y la política, por acuerdo de sus compañeros. Pidió todo el poder, ganó la guerra y no lo dejó hasta su muerte. Se ha discutido mucho su conducción militar de la contienda, aunque la política fue muy eficaz, pero la victoria no era fácil y resultó aplastante. 

Franco, acostumbrado a la ferocidad de Africa, entendió mejor que sus enemigos y que sus aliados nazis y fascistas que se trataba de una guerra donde no cabían muchas acciones relámpago, sino la disputa palmo a palmo de cada pueblo, a vida o muerte. 

Lo cruelmente innecesario era la represión posterior a la guerra y, sobre todo, fundar su régimen en la legitimidad de una guerra civil. 

TRAS LA GUERRA MUNDIAL La Guerra Fría lo salvó del aislamiento, pero él nunca entendió que Occidente no apreciara más al primer vencedor del comunismo y lo atribuía a una «conjura judeo-masónica-liberal». 
Tampoco creía en el mercado libre. Sin embargo, cuando a finales de los 50 fracasó la autarquía, entregó las riendas económicas al Opus Dei y respaldó un Plan de Estabilización que no entendía, España emprendió un crecimiento económico espectacular. 

Al final, el mayor antiliberal del siglo XX se pareció engañosamente a Cánovas: una restauración monárquica saltándose el orden dinástico pero respaldada por el Ejército, y, tras el pacífico suicidio de su régimen, Constitución y Libertad. Para unos, triunfo definitivo de Franco; para otros, definitiva derrota. El caso es que desde su muerte, el 20-N de 1975, Franco yace bajo una losa de dos toneladas. ¡Pesa mucho la Historia!

(Nota)Actualmente sus restos descansan en el cementerio de El Pardo- Mingorrubio.
Fecha del sepelio.- 24 de octubre de 2019

España: Transición a la democracia.

 Pincha en este enlace          La Transición Española la democracia



viernes, 24 de junio de 2011

La transición española.

La Transición Española comenzó el 22 de noviembre de 1975, al ser coronado Juan Carlos I como rey de España, dos días después del fallecimiento de Francisco Franco. Terminaban, así, casi cuarenta años de férrea dictadura en España, que habían comenzado tras el triunfo de los “nacionales” en la Guerra Civil.
Existen dos grandes teorías contemporáneas sobre el momento en que se puede dar por concluida la Transición.
Por un lado, está la tesis que apunta a junio de 1977, cuando se celebraron las primeras elecciones democráticas en España desde febrero de 1936. A partir de este momento gobernaría la UCD (Unión del Centro Democrático), encabezada por Adolfo Suárez. Sin embargo, hay teóricos que apuntan a octubre de 1982 para determinar el fin de la Transición. En ese momento, el PSOE (Partido Socialista Obrero Español) obtuvo una histórica mayoría absoluta. De esta manera, un partido de izquierdas gobernaba en solitario, por primera vez, en un régimen monárquico.
A partir del 22 de noviembre de 1975 se marca cierto continuismo en la política con la permanencia de Carlos Arias Navarro en la jefatura del gobierno, como había venido ocurriendo desde el asesinato de Carrero Blanco (1973). Sin embargo, su espíritu chocaba con el de Juan Carlos I, ávido de reformas y aperturismo. Sus constantes desencuentros animaron a Arias Navarro a dimitir en 1976. En ese momento, el rey eligió como presidente del gobierno a Adolfo Suárez, un hombre del Movimiento, pero que encajó perfectamente en ese afán de reformas.
Poco a poco, su política andaba buscando el desmantelamiento del aparato franquista a favor de un Estado democrático. Una de sus primeras decisiones fue la convocatoria de elecciones, que se fijaron para el 15 de junio de 1977. Existía, sin embargo, un tema espinoso por tratar para que el proceso electoral fuera plenamente limpio: la legalización del PCE (Partido Comunista de España). Su aprobación, a pocas fechas de las votaciones, provocó reacciones de todo tipo, desde la felicidad de sus militantes (Santiago Carrillo y Dolores Ibárruri “Pasionaria” volvieron del exilio) al descontento de los adeptos al Franquismo. Esta decisión siempre ha pesado sobre la persona de Suárez, al ser tachado muchas veces de complaciente con los comunistas.
Las elecciones dieron la victoria a la UCD de Adolfo Suárez. Su mandato a partir de estos momentos tuvo un objetivo claro: la redacción de una nueva Constitución. Siete representantes de diferentes fuerzas políticas de izquierdas, derechas, centro y nacionalistas fueron los encargados de ello. El texto constitucional fue aprobado por las Cortes en 1978 y refrendado por el pueblo español el 6 de diciembre del mismo año.
La Constitución de 1978 reconocía la monarquía parlamentaria como forma de gobierno, así como la soberanía nacional y las autonomías. Por primera vez desde los tiempos de la II República se recuperaban libertades y derechos fundamentales, que quedaron reprimidos durante el Franquismo. Sin duda, el texto constitucional fue el gran logro de la Transición, junto con la progresiva aprobación de los Estatutos de Autonomía de las diferentes regiones.Poco a poco, la política ucedista fue entrando en numerosas luchas internas, que provocaron la dimisión de Suárez como presidente del gobierno, en febrero de 1981. Su sucesor fue Leopoldo Calvo Sotelo, ministro de la UCD. La toma de investidura del nuevo presidente, el 23 de febrero, se vio salpicada por el intento de golpe de Estado, encabezado por el teniente-coronel Antonio Tejero.
El asalto al congreso y la salida de los tanques a las calles de Valencia al mando de Milans del Bosch hicieron rememorar el temor a un nuevo régimen autoritario en España.
Sin embargo, el golpe fracasó y quedó finalmente abortado con la intervención de Juan Carlos I defendiendo el Estado de derecho.
Para octubre de 1982 se convocaron nuevas elecciones generales, que dieron un vuelco al panorama político del momento.
El PSOE de Felipe González se hizo con la mayoría absoluta en las Cortes, lo que supuso un auténtico descalabro de la UCD. Se iniciaba en estos instantes un amplio período de gobiernos socialistas que pondrían fin a la Transición y consolidaban el Estado democrático en España.

miércoles, 15 de junio de 2011

Las Causas y consecuencias de la Guerra Civil Española.



<

Consecuencias.


 Las consecuencias de la guerra civil son muchas;muertes,hambre,dolor,sufrimiento...
Después de la cruenta guerra,comenzaba una nueva etapa en la historia de España,conocida como el franquismo.

*El Gobierno.
La primera consecuencia era el cambio de gobierno,ya que pasó de un gobierno marxista a un Gobierno defensor de la Patria.

*Los Refugiados
El número de refugiados fue enorme, muchisimos españoles,principalmente republicanos,que no se fiaban del Caudillo y su gobierno marcharon hacia el exilio, unos no regresaron,otros esperaron a que cambiara el gobierno para retornar.

*Detenciones masivas
Al finalizar la contienda,muchos republicanos fueron apresados,debido a la avalancha de detenidos,el gobierno se vió obligado a enviarlos a campos de concentración,en los cuales llegaron a morir cerca de 50.000 presos comunistas.

*Ideal, patriotismo y cristianismo
También una de las consecuencias fue la elevación del ambiente patriótico y religioso en el país,debido a que la república hizo descender estrepitosamente esa moral e instalar una moral antiespañola y anticlerical.

Los ideales no fueron muy respetados,ya que la Falange Española dejó de ser esa organización de idea "joseantoniana",y pasó a ser la cantera del franquismo,de la cual salieron muchos políticos.

*La II Guerra Mundial
El hambre pasado,en principal medida por la Guerra Mundial,fué la consecuencia principal de la posguerra,eso es lo más recordado por todos aquellos que vivieron esa dura realidad.

*Nuevas Leyes
Surgieron muchas nuevas leyes y decretos que condicionarían el resto de la gobernación de Franco:

**Ley Constitutiva de las Cortes
Ley que decretaba la formación de una cámara,la cual presidida por el Caudillo, presentaba y decidía las nuevas leyes a exponer.

**Fuero de los Españoles
Constituye una declaración de los derechos y deberes de todo español.

**Ley de Referéndum Nacional
Se establecía la posibilidad de que el Jefe del Estado organizara unas "elecciones" para que el pueblo decidiera si una ley se aprobaba o no.Esta ley solo se puso en marcha una vez,en la cual se votó sobre la sucesión en la Jefatura del Estado,la cual salió aprobada.

**Ley de Sucesión a la Jefatura del Estado
Esta ley,aprobada por referéndum,permitía al Jefe del Estado el decidir sobre la persona que le sucediera como Jefe de Estado.

lunes, 13 de junio de 2011

Guerra Civil. Sublevación, desarrollo, evolución, consecuencias y dimensión internacional del conflicto.

La sublevación militar. El desarrollo de la guerra civil. Evolución política de las dos zonas
 durante la guerra civil

La sublevación militar
El 17 de julio de 1936, la insurrección militar se inició en Melilla. Desde allí se extendió rápidamente al conjunto del protectorado de Marruecos.

El 18 y 19 de julio, el golpe se extendió a la península y los archipiélagos. Mientras el gobierno de Casares Quiroga reaccionaba con lentitud ante los acontecimientos.

El golpe triunfó en Galicia, Castilla-León, Navarra, con el general Mola en Pamplona, Andalucia Occidental, con Queipo de Llano en Sevilla, Baleares, excepto Menorca, con el general Goded que después se desplazó a Barcelona para ponerse al frente de la insurrección, y Canarias, desde donde Franco, tras asegurar el triunfo del golpe en el archipiélago, se desplazó a Marruecos el día 19 para ponerse al frente del ejército de África. También triunfó en enclaves aislados como Oviedo, con el general Aranda, Granada, donde tuvo lugar asesinato de García Lorca, y Zaragoza con el general Cabanellas.

El fracaso de la rebelión
El golpe fracasó en Asturias, Cantabria y parte del País Vasco, donde el PNV colaboró finalmente con la República, Cataluña, Levante, Madrid, Castilla la Mancha, Murcia y la zona oriental de Andalucía.

Los fracasos más graves tuvieron lugar en Madrid, donde el nuevo presidente Giral entregó armas a las milicias obreras, y en Barcelona, donde una inusual colaboración de los obreros de la CNT con la Guardia Civil y la Guardia de Asalto abortó la insurrección.

En general, exceptuando en Navarra y Castilla-León, la sublevación no tuvo apenas respaldo popular y se basó en las fuerzas militares insurrectas. Factores como las dudas o la resolución de los sublevados y las autoridades encargadas de reprimir el golpe, la capacidad de movilización obrera y el papel de la Guardia Civil fueron claves para entender el resultado final del golpe en cada zona del país.

La división del país en dos zonas: el inicio de la guerra civil
El fracaso parcial del golpe llevó a la división del territorio en dos zonas y al inicio de la guerra.

La zona nacional contaba con las reservas de cereal y ganado de Castilla y Galicia y las minas de carbón leonés y de Riotinto en Huelva. Ante todo, tenía un ejército mucho más preparado que contaba con divisiones íntegras en Castilla, Galicia y Andalucía y, sobre todo, con el Ejército de África, la Legión y los Regulares,
En la zona republicana quedaron comprendidas las regiones industriales, y contaba con el trigo en La Mancha y los productos de las huertas levantinas. También pudo disponer de las reservas de oro del Banco de España. Sin embargo, las unidades del ejército quedaron prácticamente desarticuladas. La mayor parte de los oficiales se sublevaron y el propio gobierno disolvió muchas unidades cuya fidelidad era dudosa. La Armada, sin muchos de sus oficiales, y la Aviación permanecieron en manos del gobierno republicano.
El desarrollo de la guerra civil
La descomposición política tras el golpe y la represión
El golpe y el estallido de la guerra provocaron la destrucción de las estructuras estatales de la II República.

En el bando nacional el poder quedó en manos de un grupo de generales, que, siguiendo las propuestas de Mola, establecieron un estado autoritario y militarizado.
En el bando republicano el gobierno de la República perdió el control de la situación y el poder real quedó en manos de comités obreros organizados por partidos y sindicatos que no estaban sometidos a ningún tipo de poder centralizado.
En los primeros momentos de la guerra hubo una enorme represión en ambos bandos. Las ejecuciones y los asesinatos se extendieron como una pesadilla por todo el país.

La represión en la zona nacional se dirigió esencialmente contra los militantes obreros y campesinos, aunque algunos intelectuales, como Federico García Lorca, fueron también víctimas del horror. La represión estuvo bastante organizada y controlada por las autoridades militares. Este hecho no impidió que pistoleros falangistas descontrolados protagonizaran excesos de todo tipo.
En la zona republicana los grupos que sufrieron la violencia fueron esencialmente los sacerdotes y las clases adineradas. Jose Antonio Primo de Rivera, prisionero en Alicante al estallar la guerra, fue juzgado y ejecutado. Tras el caos inicial en el que se produjeron graves excesos, el gobierno fue controlando poco a poco la situación y la represión se atenuó.
El avance nacionalista durante los primeros meses de la guerra
Un elemento clave para comprender la victoria final de los nacionales fue el "puente aéreo" organizado con aviones alemanes e italianos que permitió el rápido traslado del Ejército de África a la península.
Los legionarios y regulares, fuerzas profesionales que superaban con facilidad a las desorganizadas milicias obreras y campesinas, iniciaron un rápido avance hacia Madrid. En el camino, el general Yagüe que mandaba las columnas decidió desviarse hacia Badajoz. La ciudad cayó  y se inició una brutal represión que escandalizó al mundo y produjo un gran número de víctimas.
Las tropas continuaron su avance hacia Madrid y antes de alcanzar Madrid, Franco decidió desviar de nuevo las tropas para liberar a la guarnición asediada en el Alcázar de Toledo. La "liberación del Alcázar" fue un gran triunfo propagandístico para Franco.
Mientras, Mola tomó Irún y San Sebastián aislando al País Vasco de la frontera con Francia.
La Batalla de Madrid
El 18 de octubre de 1936 las fuerzas nacionalistas dirigidas por Varela llegaron a las afueras de Madrid. En noviembre de 1936 se inició la Batalla de Madrid. El 4 de noviembre de 1936 ocuparon Alcorcón, Leganés, Getafe y Cuatro Vientos. La caída de la capital en manos de las tropas rebeldes parecía inminente.

Ante la superioridad militar de las fuerzas nacionales, partidos y sindicatos obreros alentaron la movilización del pueblo madrileño para defender su ciudad. El grito de "¡No Pasarán!" se hizo célebre en todo el mundo.
La moral de la población madrileña aumentó con la llegada de refuerzos exteriores. Las Brigadas Internacionales, cuerpo de voluntarios organizados esencialmente por los comunistas; tanques y aviones rusos, la columna del anarquista Durruti ... llegaron para ayudar en la defensa de la capital.
La ciudad fue sometida a bombardeos aéreos por aviones Junker alemanes y se produjeron duros combates en la Casa de Campo, la Ciudad Universitaria y el Puente de los Franceses. Las tropas republicanas consiguieron resistir y, finalmente, Franco ordenó el fin del asalto frontal a la ciudad.
Las Batallas del Jarama y Guadalajara. La toma de Málaga
Tras fracasar en su intento de atacar frontalmente a Madrid, Franco intentó cercar a la capital. Este intento dio lugar a la batalla del Jarama, una de las más encarnizadas de la guerra, y la batalla de Guadalajara, donde las tropas italianas enviadas por Mussolini fueron derrotadas.
Mientras las tropas franquistas tomaban Málaga y de nuevo se producía una dura represión.
El fracaso ante Madrid hizo que Franco optara por una nueva estrategia: ya no busco acortar el conflicto, sino que fue atacando las zonas más débiles de los republicanos.
La Campaña del Norte
De la primavera al otoño de 1937, las tropas nacionales conquistaron la zona norte republicana que había quedado aislada del resto del país. Uno tras otro, el País Vasco, Cantabria y Asturias fueron cayendo en manos de Franco.
Durante esta campaña tuvo lugar el célebre bombardeo de Guernica. La Legíon Cóndor, grupo aéreo alemán enviado por Hitler, bombardeó una ciudad sin interés militar y la arrasó. Este acto, que luego en la segunda guerra mundial se convirtió en rutinario, provocó un escándalo mundial e inspiró a Pablo Picasso en su célebre cuadro.
Durante la campaña vasca, Mola, el único general que podía competir con Franco en el liderazgo del bando nacional, murió en accidente de avión.
Tratando de distraer fuerzas nacionalistas de la campaña del norte, los republicanos organizaron la ofensiva de Belchite en Aragón. El fracaso fue total y finalmente las tropas franquistas tomaron todo el norte del país.
La conquista del norte tuvo graves consecuencias para la República. No sólo perdieron las minas de carbón y hierro de la zona, sino que, en adelante, los franquistas pudieron concentrar todas sus tropas en la zona sur.
De Teruel a la batalla del Ebro
En diciembre de 1937, tuvo lugar una ofensiva republicana en Teruel. Las condiciones climáticas marcaron una ofensiva que finalmente fracasó. Tras asegurar el dominio de Teruel, Franco lanzó una ataque general  en Aragón. El éxito fue fulgurante y el 15 de abril de 1938 las tropas nacionales llegaron a Vinaroz en el Mediterráneo. La zona republicana quedó partida en dos.
La última gran ofensiva republicana dio lugar a la Batalla del Ebro en julio de 1938. Con más de 100.000 muertos, esta fue la más cruenta de las batallas de la guerra civil y agotó definitivamente la moral y las reservas republicanas.
El final de la guerra
La antesala del fin de la guerra fue la ofensiva nacionalista contra Cataluña. Tras tomar Barcelona, las tropas franquistas llegaron a la frontera francesa en febrero de 1939. Antes se había producido un enorme y patético éxodo de población. Más de 500.000 personas huyeron a Francia, donde fueron hacinadas en campos de concentración.
Ante la inminente derrota, las divisiones internas se hicieron aún más profundas en el bando republicano. El gobierno de Negrín, con el apoyo de los comunistas y parte de los socialistas, proponía la resistencia a ultranza. El objetivo era que el conflicto español quedara integrada en la inminente guerra europea y mundial que todo el mundo veía venir. De esa manera, la República española encontraría aliados que le permitirían cambiar el signo de la guerra.
Contra esta posición, y defendiendo la negociación de la derrota con Franco, el coronel Casado dio un golpe contra el gobierno de Negrín. Pese a las propuestas de negociación de Casado, Franco exigió la rendición incondicional. El 28 de marzo, las tropas franquistas entraron en Madrid y el 1 de Abril de 1939 terminaba la sangrienta guerra. Una larga dictadura vino a sustituir al ensayo democrático de la segunda república.

La zona republicana
El fracaso del golpe militar desencadenó en la zona republicana una verdadera revolución social.
Los comités de los partidos y sindicatos obreros pasaron a controlar los elementos esenciales de la economía: transportes, suministros militares, centros de producción. Mientras el gobierno se limitaba a ratificar legalmente lo que los comités hacían de hecho.
En el campo, tuvo lugar una ocupación masiva de fincas. Las grandes propiedades y, en algún caso, las medianas y pequeñas. En las zonas donde predominaban los socialistas se llevó a cabo la socialización de la tierra y su producción. En las zonas de hegemonía anarquista tuvo lugar una colectivización total de la propiedad. En algunos casos, se llegó incluso a abolir el dinero.
En septiembre de 1936 se estableció un gobierno de unidad, presidido por el socialista Largo Caballero y con ministros del PSOE, PCE, Izquierda Republicana y grupos nacionalistas vascos y catalanes. En noviembre se incorporaron cuatro dirigentes anarquistas, entre ellos Federica Montseny, la primera mujer ministro en España.
El gran desafío del nuevo gobierno era recuperar el control de la situación y crear una estructura de poder centralizada que pudiera dirigir de forma eficiente el esfuerzo de guerra. La tarea era enorme difícil. El poder estaba en manos de miles de comités obreros y milicias que a menudo se enfrentaban entre sí, especialmente los anarquistas con socialistas y comunistas.  Los gobiernos autónomos eran otro factor de disgregación. No sin dudas, el nacionalismo vasco había optado por apoyar la República y en octubre se aprobó el Estatuto vasco. Jose Antonio Aguirre se convirtió en el primer lehendakari o presidente del gobierno autónomo.
En la zona republicana se enfrentaron básicamente dos modelos. Por un lado, la CNT-FAI y POUM que emprendieron la inmediata colectivización de tierras y fábricas. Su lema era "Revolución y guerra al mismo tiempo". Su zona de hegemonía fue Cataluña, Aragón y Valencia. Por otro lado, el PSOE y el PCE intentaron restaurar el orden y centralizar la toma de decisiones en el gobierno, respetando la pequeña y mediana propiedad. Su lema era "Primero la guerra y después la revolución".
Las disensiones internas fueron continuas y llegaron a su momento clave en Barcelona en mayo de 1937. El gobierno de la Generalitat, siguiendo instrucciones del gobierno central, trató de tomar el control de la Telefónica de Barcelona, en manos de un comité de la CNT desde el inicio de la guerra. El intento desencadenó una insurrección y los combates callejeros se extendieron por Barcelona.
La crisis de mayo de 1937, provocó la dimisión del gobierno de Largo Caballero. El nuevo gobierno presidido por el socialista Negrín, tenía una mayoría de ministros del PSOE, pero se inclinaba cada vez más hacia las posturas defendidas por el PCE. La ayuda soviética había hecho que los comunistas pasaran de ser un grupo minoritario a una fuerza muy influyente.
Los enfrentamientos entre stalinistas y trostkistas se re reprodujeron en suelo español. El POUM fue ilegalizado y su dirigente, Andreu Nin, "desapareció" estando en manos de agentes soviéticos.
Aunque ya era tarde para cambiar el signo de la guerra, a partir de ese momento se impuso una mayor centralización en la dirección de la economía y se terminó de construir el Ejército Popular, acabando con la indisciplina de las milicias.
A partir de marzo de 1938, momento en el que las tropas de Franco llegaron al Mediterráneo y dividieron en dos la zona republicana, surgieron de nuevo dos posturas enfrentadas. Mientras la postura oficial, representada por Negrín y apoyada por el PCE y parte del PSOE, seguía defendiendo la  "resistencia a ultranza", algunos dirigentes, anarquistas y socialistas, empiezan a hablar de la necesidad de negociar ante la perspectiva de la segura derrota.
Los acontecimientos internacionales: el Pacto de Munich en septiembre de 1938, la retirada de las Brigadas Internacionales, la disminución de la ayuda soviética; y los internos: la caída de Cataluña, reforzaron la idea de que la guerra estaba perdida. Así, en marzo de 1939 el golpe del coronel Casado desalojó del poder a Negrín. La esperanza de negociar con Franco se disipó inmediatamente, cuando el dictador exigió la rendición incondicional.

La zona nacional
La muerte del general Sanjurjo, el 20 de julio de 1936 cuando volaba desde Portugal hacia España, dejó a la insurrección sin un líder claro.
El 24 julio tuvo lugar una reunión de los generales insurrectos en Burgos. Allí se acordó crear la Junta de Defensa Nacional, que se configuró como órgano provisional de gobierno de la zona nacional.
Las medidas que adoptó fueron drásticas: se estableció el estado de guerra en todo el territorio, se suprimieron todas las libertades y se disolvieron todos los partidos políticos, excepto la Falange y los requetés carlistas.
En esos momentos la propaganda nacionalista acaba de configurar la justificación del golpe militar contra un gobierno democráticamente elegido. La insurrección militar ha sido en realidad un  Alzamiento Nacional  contra una República "marxista" y "antiespañola". La Iglesia Católica, duramente perseguida en la zona republicana, termina de configurar la teoría que justifica la matanza que está asolando el país: la guerra es una Cruzada para liberar a España del ateísmo.
Las medidas que se tomaron en el terreno económico fueron encaminadas en una doble dirección: cancelación de todas las reformas republicanas, el mejor ejemplo es la devolución a sus propietarios de las tierras repartidas en la reforma agraria, e intervención del Estado en la economía siguiendo los principios de la ideología fascista. Así,  en 1937, se creó el Servicio Nacional del Trigo que pasó a controlar el abastecimiento de pan de la población.
La necesidad de contar con una dirección única era evidente para unos militares educados en la disciplina y la jerarquía. Así el 1 de octubre 1936 Franco fue designado Jefe del Gobierno del Estado español. Sus éxitos militares, el estar al frente del poderoso Ejército de África y el apoyo de Alemania con la que mantenía contactos directos explican el ascenso al poder de Franco. En adelante, el Caudillo, como le empieza a denominar la maquinaria propagandística del bando nacional, establece una dictadura personal basada en un régimen militar. Una Junta Técnica del Estado, formada por militares, se conforma como órgano consultivo del dictador.
En abril de 1937,  se aprobó el Decreto de Unificación. Falangistas y carlistas quedaron unificados en la Falange Española Tradicionalista y de las JONS, conocida como el Movimiento Nacional.  El modelo de partido único del fascismo italiano y del nacional-socialismo alemán se imponía en la España franquista.
La Ley de la Administración Central del Estado concentró en la figura de Franco los poderes ejecutivo, legislativo y judicial. La Ley de Prensa estableció la censura en todo tipo de publicaciones y el Fuero del Trabajo puso fin a la libertad sindical y estableció el control del estado nacional sobre las organizaciones patronales y obreras.
El nuevo régimen estableció un estado confesional. Volvió la subvención estatal de la Iglesia, se abolió el divorcio y el matrimonio civil, gran parte de la educación volvió a manos del clero. Se establecía así lo que se vino a denominar el Nacional-catolicismo.
Por último, se creó una legislación que institucionalizó la represión contra los vencidos. En febrero de 1939 se aprobó la Ley de Responsabilidades Políticas, por la que se designaba "rebeldes" a todos los que se hubieran enfrentado al Movimiento Nacional.y ejecutado. Tras el caos inicial en el que se produjeron graves excesos, el gobierno fue controlando poco a poco la situación y la represión se atenuó.

Las consecuencias de la guerra civil
Consecuencias demográficas
Se han dado cifras muy dispares al cuantificar las pérdidas demográficas que causó el conflicto: los muertos en el frente y por la represión en la guerra y en las posguerra, el hambre, las epidemias; la reducción de la natalidad consiguiente...
Los cálculos más aceptados estiman en quinientos mil muertos, el coste demográfico de la guerra y la posguerra.  A ello habría que añadir la cifra de no nacidos y la pérdida de población joven.
Otro elemento clave de las consecuencias demográficas fue el exilio republicano. Ya durante el conflicto, los "niños de la guerra" fueron evacuados a países extranjeros, pero el gran éxodo tuvo lugar en enero y febrero de 1939, consecuencia de la conquista de Cataluña.
En conjunto, se calcula que hubo unos cuatrocientos cincuenta mil exiliados. Aunque algunos fueron retornando durante la dictadura, muchos no volvieron a España o esperaron a la muerte del dictador en 1975. Este exilio supuso una importante pérdida demográfica para el país: una población joven y activa, que incluía a gran parte de los sectores más preparados del país: las elites científicas, literarias y artísticas de la Edad de Plata.
Consecuencias económicas
La guerra fue una verdadera catástrofe económica. Un dato revela su magnitud: la renta nacional y per cápita no recuperará el nivel de 1936 hasta la década de 1950.
Estos fueron los principales elementos de esa catástrofe económica:
  • Destrucción del tejido industrial del país, lo que llevó a la vuelta en los años cuarenta a una economía básicamente agraria.
  • Destrucción de viviendas, se calculan en unas doscientas cincuenta mil, comunicaciones, infraestructuras...
  • Aumento de la deuda externa y pérdida de las reservas de oro del Banco de España, usadas por el gobierno de la República para pagar la ayuda soviética.
Consecuencias sociales
El resultado de la guerra trajo consigo la recuperación de la hegemonía económica y social por parte de la oligarquía terrateniente, industrial y financiera. Paralelamente, se dio la pérdida de todos los derechos adquiridos por los trabajadores.
Consecuencias morales
La guerra supuso una verdadera fractura moral del país. Varias generaciones marcadas por el sufrimiento de la guerra y la represión de la larga posguerra.
El régimen de Franco nunca buscó la reconciliación de los españoles y siempre recordó y celebró su origen bélico. Las heridas de la guerra civil perduraron durante decenios y la persecución y represión de los vencidos por una rasgo clave del franquismo. 

La dimensión internacional del conflicto

La guerra civil española fue uno de los conflictos del siglo XX que más repercusión internacional provocó.  En el conflicto español se entrecruzaron a la vez los intereses estratégicos de las potencias y el compromiso ideológico de las grandes corrientes políticas del momento.
Las potencias fascistas decidieron desde un primer momento ofrecer una ayuda importante a los rebeldes dirigidos por Franco. Mussolini y Hitler no solo podía conseguir beneficios estratégicos, Italia continuaba su política de expansión mediterránea y Alemania podía obtener un aliado que amenazara la retaguardia francesa, sino que ayudaban a un aliado ideológico en su lucha contra los sistemas democráticos y las ideologías obreras. Portugal se unió desde un principio a esta ayuda a Franco.
La URSS, por otro lado, tuvo muy claro desde un principio su compromiso de ayuda a la República. No sólo se enfrentaba a la expansión del fascismo, sino que alejaba el centro del conflicto entre las potencias al otro confín de Europa, alejando el interés de Hitler de sus fronteras.
Las grandes democracias tuvieron una actitud que podemos catalogar como uno de los grandes engaños diplomáticos del siglo. Gran Bretaña estaba decidida desde un principio a mantenerse neutral. El gobierno conservador británico veía con aprensión la extensión de la influencia germano-italiana a la península y la consecuente puesta en peligro de su base de Gibraltar y su ruta imperial a la India; sin embargo, la orientación revolucionaria que pronto tomaron los acontecimientos en la zona republicana alejó definitivamente de la cabeza del gobierno conservador la posibilidad de una ayuda a la República. El gobierno francés, pese a estar conformado por el izquierdista Frente Popular, siguió lo marcado desde Londres.
La actitud de las democracias ante la guerra española se enmarca en su ilusoria búsqueda de una política de conciliación con Hitler. El Reino Unido, y con él Francia, habían optado hacía tiempo por tratar de evitar cualquier enfrentamiento que pudiera llevar a una guerra general.
El mayor ejemplo de esta actitud fue la política de apaciguamiento ante las potencias fascistas, que alcanzó su cenit con la firma del Pacto de Munich en septiembre de 1938. Se puede afirmar que desde ese momento, las esperanzas de la República desaparecieron.
Otro buen ejemplo de esta actitud fue la política del gobierno norteamericano. Mientras el Congreso de Estados Unidos aprobaba la denominada Ley de Neutralidad, el gobierno de Roosevelt miraba para otro lado cuando las compañías petrolíferas norteamericanas vendían combustible a Franco.
El gobierno francés de Léon Blum, con el apoyo británico, ofreció a las demás potencias un pacto de no intervención en el conflicto español: se trataba de no facilitar ni hombres ni material de guerra a ninguno de los bandos en conflicto. Nació así el denominado Comité  de No Intervención  al cual se adhirieron todas las potencias. El Comité fue una farsa, mientras Francia y Gran Bretaña se abstenían de ayudar al régimen democrático en España, Hitler y Mussolini apoyaron de forma masiva y decisiva la causa de Franco. La única potencia a la que pudo volver sus ojos el gobierno de Madrid fue la URSS, algo que, indefectiblemente, repercutió en la evolución interna de los acontecimientos en la zona republicana. 
La ayuda extranjera

La desigual ayuda exterior recibida por ambos bandos fue uno de los factores que explican la victoria de los nacionales.
El bando nacional recibió desde un primer momento una decidida ayuda de Hitler y Mussolini. Tras recibir apoyo aéreo para pasar el Ejército de África a la península, Mussolini envió setenta mil soldados italianos, munición y material de guerra; y Hitler mandó la  Legíon Cóndor que incrementó de manera decisiva la superioridad aérea de Franco. La colaboración de Portugal, aunque no fue decisiva en el terreno militar, permitió el libre paso de armas para el ejército de Franco por territorio luso. Por último, hay que señalar las tropas marroquíes integradas en el Ejército franquista y que a menudo fueron utilizadas como fuerzas de choque.
La única ayuda que recibió el bando republicano de las democracias fue las escasas armas enviadas desde Francia en los primeros momentos del conflicto. La ayuda francesa quedó inmediatamente cortada tras la firma del Pacto de No Intervención.
La ayuda soviética comenzó a llegar a tiempo para ayudar en la defensa de Madrid. Sin embargo, aunque fue importante fue más dispersa y de menor calidad que la que recibió Franco.
Las Brigadas Internacionales estuvieron constituidas por grupos de voluntarios, no todos comunistas pero reclutados por la Internacional Comunista en muchos países del mundo. Fueron unos cuarenta mil y tuvieron un papel importante en la defensa de Madrid y en las batallas del Jarama y Teruel.
Las presiones del Comité de No Intervención y el desinterés de Stalin, que pensaba ya en buscar algún tipo de acuerdo con Hitler, hicieron que Negrín aceptase su salida de España a fines de 1938. De nuevo, el Comité de No Intervención fracasó en su intento de que las tropas italianas que apoyaban a Franco abandonaran España.


oncontextmenu='return false'andragstar='return false'